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05/06/2016 - www.teinteresa.es, MADRID
- El periodista ha escrito la novela 'Los imprescindibles' sobre este movimiento guerrillero. Raimundo Castro, periodista y cronista político desde los inicios de la transición, ha escrito un libro, 'Los imprescindibles', que parece un claro homenaje a los maquis que combatieron con las armas en la mano, desde las montañas de las sierras de la geografía española, contra la dictadura franquista. Tardó más de 15 años en escribir la novela porque tuvo que ir corrigiendo lo escrito muchas veces tras sus encuentros con los maquis que quedaban vivos. Hoy sólo quedan con vida unos pocos y él los considera “ganadores morales” de su lucha contra el régimen, aunque reconoce que fueron los “perdedores política y militarmente”. También cree que se les debe un reconocimiento que nadie les ha dado todavía.
¿Cómo te vino la idea de una novela sobre los maquis?
Desde que empecé a militar en la izquierda a los 20 años y supe de la existencia de los guerrilleros antifranquistas pensé en hacer una historia sobre su sacrificio pensando que fueron los ganadores morales de su desigual batalla contra el régimen victorioso de Franco, aunque, militar y políticamente hablando, habían sido los perdedores. Para mí, recuperar su dignidad y agradecer su lucha era un deber ineludible de las nuevas generaciones que aspiraban a recuperar la democracia que había simbolizado la Segunda República, perdida pero no olvidada por más que el miedo la hubiera remitido al inconsciente colectivo.
¿Tardaste mucho en empezarla?
Desafortunadamente mis buenas intenciones toparon con el escaso conocimiento que se tenía de una memoria reprimida en todo lo que supusiera recordar el combate armado contra la dictadura. Era una larga historia que sólo habían mantenido la tradición oral y los informes, poco aireados y en muchas ocasiones falseados no sólo por el franquismo sino por los propios partidos que combatían abiertamente contra la dictadura durante los primeros años de la década de los setenta. A ello se añadió mi inexperiencia personal como escritor. De manera que en 1979 hice una novela, 'La quema', sobre el desencanto que había generado en los jóvenes revolucionarios españoles el inicio de la transición por las concesiones que había implicado optar por lo que se llamó reforma democrática en lugar de hacerlo por lo que se denominó, por contraposición, 'ruptura democrática'. Y desde entonces, una vez publicada, empecé a prepararme, documentándome y viajando a los escenarios de esa larga lucha de resistencia, hasta fraguar por fin, más de 35 años después, las ochocientas páginas de 'Los imprescindibles'.
¿Cuánto tiempo te llevó escribirla?
Escribirla 15 años. Porque tuve que cambiar muchas cosas según iba descubriendo la verdad oculta, que era mucha. Y reescribirla. Y encontrar un estilo propio. Y hasta cortar casi trescientas páginas. Porque, además, yo me negaba a aceptar, aunque me hacía mucha gracia, lo que escribió Valle-Inclán de que el deber de todo escritor es matar de hambre a su familia y por eso opté por hacerme periodista. Para comer. No es mal oficio. Incluso me permitió contar algunas veces la verdad y escribir, más allá de los periódicos, libros de ensayo, biografías y hasta una recopilación de poesía de nuestros políticos de todos los colores. Eso me sirvió de experiencia.
Teniendo en cuenta que la memoria histórica sigue escondida en el baúl de los recuerdos, y aún más lo relacionado con los maquis, ¿es buen momento para sacar un libro como el tuyo?
Precisamente por eso, por la necesidad que existe de combatir el olvido por nuestro bien y el de nuestros hijos, es por lo que siempre es buen momento para escribir de los maquis, de los guerrilleros antifranquistas. Su heroicidad, su dignidad en defensa de la libertad y la democracia, su honradez radical son un ejemplo impagable para las generaciones venideras. Y devolverles la vida, aunque sea literariamente, reconocer su esfuerzo es un acto de justicia que debería extenderse a un mayor reconocimiento oficial de nuestras instituciones democráticas. Todos los españoles, sin excepción, debemos pedirles perdón por el abandono que han sufrido y restituirles el honor que nunca perdieron y el franquismo quiso quitarles llamándoles “bandoleros”.
La novela empieza cuando se encuentran una joven activista del 15-M y un antiguo maqui que recuerda su historia, ¿qué relación existe entre ambas cuestiones?
Es que el 15-M debe ser, sin falta, y sin demora, la base de ese reconocimiento histórico que se merecen. El nuevo espíritu surgido en la Puerta del Sol tiene la misma finalidad de dignificación de la vida que ellos representaron. Lucharon hasta morir porque creían que debían hacerlo. Aunque todo estaba en su contra, siguieron luchando hasta el final porque, de no hacerlo, se sentían indignos de sí mismos. Y eso, hoy, se traduce en una máxima increíblemente elemental. Hoy, ser honesto es ser revolucionario. Pone patas arriba el sistema. Pero no el sistema como una abstracción. Poner patas arriba la democracia corrompida. Porque es como decir, '¡oiga, yo no voy a robar con la excusa de que todo el mundo roba!', o 'mire usted, señor patrón, yo no voy a traicionar a mis compañeros aunque me despida'.
¿Se está en deuda con los maquis?
¡No sabemos cuánto! Deberíamos avergonzarnos del mal trato que les hemos dado, de nuestra ignorancia, nuestra desidia. Sólo hay que pensar que los guerrilleros antifranquistas que fueron fusilados o asesinados por garrote vil en la España de los cuarenta del siglo pasado, como el asturiano Cristino García Granda por ejemplo, fueron y siguen siendo héroes en Francia por haber luchado contra la ocupación nazi y haber vencido a los ejércitos de Hitler.
¿Se conoce realmente el papel que jugaron o se sigue pensando que eran salteadores de caminos?
Muchos pequeños grandes historiadores, como yo les llamo porque, salvo excepciones como el catalán Pons Prades, el cordobés Francisco Moreno o el leonés Secundino Serrano, entre otros que pido que me perdonen por no extenderme, han dedicado su vida a desentrañar la miserable documentación oficial de la dictadura en sus respectivas comunidades autónomas. Y gracias a ellos, hoy se sabe bastante de lo que pasó. Pero falta eso, que el sacrificio de los maquis se cuente en los colegios, en las universidades, se recoja en los libros de historia. Y que se trate como se merecen a ese puñado de valientes que rondan los noventa años y todavía siguen recorriendo España para contarlo. Los que ahora son, como Esperanza Martínez o Francisco Martínez, 'Quico', guerrilleros de la memoria, guerrilleros contra el olvido.
Habrás tenido que hablar con muchos maquis, ya casi todos muertos. ¿Qué has aprendido de ellos?
A ser humilde. O a combatir contra mí mismo para serlo.
¿Has encontrado algún partido o diputado que respalde las reivindicaciones de estos guerrilleros contra el franquismo?
Ha habido muchos diputados de izquierdas que han luchado por restaurar la memoria de los maquis. Incluso alguno de centro o de derechas. Pero todos, salvo excepciones como la de Joan Tardá, de ERC, o la de Joan Baldoví, o algunos ex como el socialista Victorino Mayoral o el historiador que cité antes, Francisco Moreno, que fue diputado del PCE, acabaron estrellándose contra el interés de sus aparatos. Y es que la memoria de los maquis es la de la oposición armada a Franco. La de socialistas, comunistas, anarquistas, incluso de muchos sencillos hombres de bien que se echaban al monte para que no los matasen porque eran leales a la República y a su memoria. Y a nadie, en esta transición descafeinada, le ha gustado hablar de tiros, de violencia. En eso, otro exdiputado, el fundador de IU Gerardo Iglesias, ha sido contundente en el análisis. Convirtieron una concesión que debía ser coyuntural para evitar una guerra civil tras la muerte de Franco, la del olvido, en una renuncia que perdura hasta hoy. En todo caso, mi novela quiere ser un granito de arena que ayude a materializar el principio de que nunca es tarde para hacer justicia.
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