viernes, 13 de septiembre de 2013

Vidas «echadas al monte»

Esperanza Martínez y Francisco Martínez contaron en Trascorrales sus experiencias como guerrilleros

La Nueva España
11.09.2013 | 02:05
Francisco Martínez, «Quico», y Esperanza Martínez, «Sole», ayer, en Trascorrales.
Francisco Martínez, «Quico», y Esperanza Martínez, «Sole», ayer, en Trascorrales. 

Ángel FIDALGO

Eran aún niños cuando se implicaron en el movimiento guerrillero tras la Guerra Civil. Esperanza Martínez, «Sole», y Francisco Martínez, «Quico», pasaron la adolescencia y parte de la juventud defendiendo sus ideales, los de la República, hasta el inicio de los años cincuenta del pasado siglo, cuando lograron escapar a Francia. Ayer estuvieron en Oviedo para participar en una mesa redonda enmarcada dentro de la exposición fotográfica que sobre los guerrilleros asturianos se puede ver en Trascorrales hasta el día 15.

Los dos guerrilleros evocaron ayer para LA NUEVA ESPAÑA su azarosa, peligrosa e intensa vida en defensa de una causa que entonces perdieron, pero que, aseguran, confían en ganar algún día.

Esperanza Martínez García, «Sole», nació en un caserío a quince kilómetros de Cuenca en el año 1927. Con 9 años la cogió la Guerra Civil. De familia de izquierdas, sintió la represión de la posguerra muy de cerca. «Mi padre continuó entonces la lucha como podía, que era ayudando a la guerrilla, al margen de sus cinco hijas, porque no nos quería comprometer, pero terminamos por descubrirlo, y en ese momento me dediqué a esta causa».

Al principio, los guerrilleros acudían a su casa en busca de alimentos, y después comenzaron a ir para que les hicieran ropa y también para esconderse. Con 19 años, a finales de 1949, Sole decidió implicarse de lleno con la guerrilla, y no dudó en sumarse a ella con la aprobación de su padre.

Durante dos años vivió en el monte, de campamento en campamento para no ser localizados. En uno de ellos tuvo un enfrentamiento con la Guardia Civil, pero escaparon como pudieron mientras les llovían los disparos. «Al final, y tras un día escondidos debajo de unos romeros, logramos escapar durante la noche». A finales de 1951 logró pasar a Francia cruzando los Pirineos andando.

Francisco Martínez López, «Quico» (El Bierzo 1925), fue otro niño de la guerrilla. «Empecé siendo enlace de los guerrilleros, un mensajero para llevarlos a las casas o a los montes, para que se escondieran». Dice que ésa fue su educación y su formación. También contactaba con las personas que les daban armas.

¿Cuando sintió que su vida corría verdadero peligro? «A los ocho días de entrar en la guerrilla tuve el primer enfrentamiento con la Guardia Civil, cerca de Barco de Valdeorras, y nos liamos a tiros. Un guardia civil resultó muerto y otro herido; a nosotros no nos pasó nada». Después, pasando por un monte de Lugo a León, llegaron a un pueblo donde los escondieron, pero alguien los traicionó. «Cuando llegamos a casa del Alcalde para comer nos recibieron a tiros, pero logramos salvarnos por los pelos».

Después, en febrero de 1949, tenían una cita en el Bierzo con compañeros de la guerrilla, «pero alguno nos traicionó otra vez. La Guardia Civil nos esperó y mataron a dos compañeros y a mí me hirieron. Al final logramos escapar». La última escaramuza y en la que más temió por su vida fue dos años después. «Cuatro compañeros estuvimos catorce horas cercados en una casa por un gran número de guardas civiles, donde sólo nos salvó la suerte. Por la noche logramos escapar aún no sé cómo». Son sólo dos historias; en Trascorrales hay muchas más.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

«El olvido es lo peor que nos puede pasar, aquí se pone nombre y rostro a los compañeros»

'Quico' pasó cuatro largos años en los montes de León; 'Sole', dos en la zona del Levante y Aragón. Ambos son ex guerrilleros que buscan recuperar la memoria histórica 


En la plaza de Trascorrales ayer por la tarde no quedaba un hueco libre. Decenas de ciudadanos escuchaban los testimonios de dos miembros del movimiento guerrillero antifranquista; de Francisco Martínez y Esperanza Martínez, de 'Quico' y 'Sole', mientras quienes no pudieron contar su historia les miraban desde las paredes de la sala. «Aquí nos sentimos en lo nuestro. Conocimos a algunos de los compañeros asesinados que forman parte de esta exposición, que pone nombre y rostro a quienes el sistema democrático puso en el olvido», comentaban minutos antes de que diera comienzo la mesa redonda entorno a la muestra de Gerardo Iglesias.
Dicen que lo peor para ellos es ese olvido, esa «indiferencia ante las personas que lucharon contra la dictadura, solo para que el pueblo fuera libre». Ellos lo hicieron cada uno en su zona, cada uno con una historia que es la de muchos otros. Con permiso de 'Quico', las mujeres primero.
«No se ve la historia de muchas mujeres, pero jugaron un papel fundamental en las guerrillas. Sobrevivieron gracias al trabajo de las mujeres», defiende Esperanza Martínez, de 86 años, 'Sole' de seudónimo. Nació a 15 kilómetros de Cuenca, en una casería donde sus padres se dedicaban a la agricultura. Con 19 años comenzó a colaborar con la guerrilla. «Mis padres votaron en el 36 al Frente Popular, y yo me sentía contenta con la ayuda que ofrecía». Iba con su burra a Cuenca a comprar los enseres que los guerrilleros necesitaban. Hasta que visitas de mendigos, que no eran tales, comenzaron a sucederse en su hogar. No tuvieron más remedio que esconderse en el monte durante dos años. Su padre y su cuñado fueron asesinados y en 1952, cuando se deshizo la guerrilla de Levante y Aragón se fue al exilio, a Francia. Desde allí cruzó a pie una vez para trasladar a otros guerrilleros. En un segundo viaje fue arrestada y pasó 15 años en prisión. Pensaba que todo aquello sería reconocido, contado con la llegada de la democracia. «No fue así, por eso trabajamos en la caravana de la Memoria Histórica para que los jóvenes conozcan su identidad», cuenta.
Francisco Martínez, 'Quico' de apodo, de 88 años, también participa en esa ruta por todo el país. Natural del Bierzo, conoció desde niño a los «huidos de la revolución del 34», personas que el causaron «un impacto tremendo». Ya de niño vio muchos asesinados y decidió apoyar al movimiento guerrillero. Luego con su trabajo en la mina conoció a otras personas con las que forjó su identidad comunista.
Desde 1947 a 1951 vivió en los montes de León hasta que la última guerrilla de esa zona se disolvió. Residió en París hasta el año 90, aunque antes viajó a España. «En 1985 vine porque no estaba pasando nada con todas esas personas que murieron asesinadas. Vi que nadie les reconocía, que había una gran frustración y miedo», rememora. Por eso, ambos agradecen a la ciudad y al Gobierno local la muestra que «hace que vivamos porque no nos olvidan».