Francisco Martínez López, «El Quico»
Francisco Martínez
López, «El Quico» nace en el Bierzo el 1° de octubre de 1925, en
una familia republicana de campesinos y de mineros implicada en la
red de enlaces del movimiento guerrillero de León y Galicia. Este
apoyo a la resistencia armada antifranquista constituye para Quico
una escuela política y, desde muy joven, participa en el Servicio de
Información República (SIR) dirigido por la Federación de
Guerrillas de León y Galicia. Descubierto por la policía en
septiembre de 1947, por su actividad clandestina, consigue escapar y
se incorpora a la guerrilla en el momento en que se forma la segunda
agrupación del Ejército Guerrillero, vinculada al partido comunista
de España.
Quico actúa primero
en un grupo de resistentes anarquistas, socialistas y comunistas que
no se han integrado al Ejército Guerrillero. En 1949, se une al
grupo de Manuel Girón y combate a su lado hasta la muerte de éste,
en mayo del 1951 y en septiembre del mismo año, con sus compañeros
Manuel Zapico, Pedro Juan Méndez, Silverio Yebra, toma el camino del
exilio, gracias a una red de evasión organizada fuera de los
partidos políticos. Pasa clandestinamente la frontera por Navarra y
llega a Francia por les Aldudes, un pueblo del País Vasco francés.
Entonces, Quico y
sus compañeros buscan y encuentran el apoyo de sus compañeros de
guerrilla que se habían exiliado anteriormente, en particular el de
Amadeo Vallador, guerrillero anarquista de la Federación de León y
Galicia. Se presentan a la policía francesa para pedir asilo
político pero, a pesar de esa entrega voluntaria, las autoridades
francesas los encarcelan dejándoles elegir entre dos opciones: o
Franco -es decir la muerte con garrote vil- o la Legión extranjera
en Indochina. Al negarse «El Quico» y sus compañeros a
incorporarse a esa guerra colonial, los encierran en un calabozo del
Fort Saint-Nicolas en Marsella. En esos momentos difíciles, les
ayuda la solidaridad de Amadeo Vallador y de sus amigos de Perpiñan.
Amadeo Vallador les pone en relación con José Ester Borras, un
refugiado cenetista exiliado en 1939, combatiente de la resistencia
al nazismo en Francia, superviviente del campo de concentración de
Mauthausen. José Ester Borras trabaja como responsable de la
Federación española de deportados e internados políticos (FEDIP)
en el servicio de protección y ayuda a los demócratas víctimas de
la opresión y del totalitarismo. Moviliza una red de solidaridad
formada por antiguos combatientes de la resistencia francesa como
Madame Gemähling y Odette Ester, su compañera que es secretaria del
periódico Franc Tireur. Los periódicos Franc Tireur y Luttes lanzan
una campaña de información y solidaridad hasta conseguir, a duras
penas, al cabo de tres meses la liberación de los guerrilleros.
Francisco Martínez López-como sus compañeros- consigue el derecho
de residir en Francia como refugiado político y empieza a militar en
los grupos de unidad antifranquista fuera de los partidos del exilio.
El PCE -partido con el que se identifica- le pone en cuarentena
durante cuatro años ya que tiene cierto reparo a admitir en sus
filas los militantes procedentes del interior. En cuanto puede
Francisco Martínez López recupera una actividad militante en el
seno del PCE y poco a poco va asumiendo varias responsabilidades:
primero en la comisión del Comité central de Europa, más tarde
como responsable de organización en el comité de Francia y miembro
del Comité central.
Durante todos esos
años de lucha contra la dictadura, su memoria de guerrillero queda
oculta pero, a partir de la legalización del PCE, Quico se preocupa
al ver que su partido no reivindica el patrimonio histórico de la
resistencia armada al franquismo. Decide liberarse de sus cargos de
responsabilidad dentro del PCE para dedicarse al trabajo de
exhumación de esa memoria del movimiento guerrillero junto con otros
antiguos guerrilleros. Al principio aislados, sin apoyo por parte de
los grupos parlamentarios y ni siquiera los partidos de izquierda
recién legalizados consiguen formar poco a poco una red de contactos
compuestos por antiguos actores de la guerrilla antifranquista
considerados todavía como bandoleros a pesar de la amnistía general
de 1977 y luchan por conseguir su rehabilitación como combatientes
de la libertad. En 1997, su movimiento de guerrilleros por la memoria
contacta con militantes de la asociación Archivo Guerra y Exilio
(AGE). En el seno de esa asociación, junto a intelectuales como el
escritor Alfons Cervera o la historiadora Fernanda Romeu participa en
la elaboración de un texto de proyecto no de ley para el
reconocimiento moral y político de la guerrilla antifranquista
reivindicando la creación de un centro de archivos abiertos a la
ciudadanía para ese capítulo de la Historia. Participa en las
Caravanas de la memoria organizadas por AGE en 2000 y 2002. El
Congreso de los diputados vota en mayo del 2001 el reconocimiento de
los guerrilleros como luchadores por la libertad, pero no acepta la
anulación de la sentencias pronunciadas contra ellos por los
tribunales militares de la dictadura ni la creación de un centro de
archivos sobre la guerrilla.
En su labor de
transmisión de la memoria antifascista, Francisco Martínez López
multiplica los encuentros en los institutos, colegios, universidades,
casas de la cultura, colectivos asociativos locales. En Alicante,
donde vive, contribuye a colectas y grabaciones de testimonios sobre
la guerrilla y sobre las detenciones en los campos de concentración
y cárceles. Su actividad sigue centrándose en la lucha contra la
desaparición de las referencias a la resistencia al franquismo en el
espacio público español y se dedica desde 1984, a la creación de
lugares de memoria, inscripciones y estelas de homenaje a los
luchadores por la libertad.
Francisco Martínez
López y Odette Martínez
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